El alcohol es una droga que, de modo insidioso, te hace caer en la enfermedad del alcoholismo. Digo que lo hace de modo insidioso porque te acostumbras a él sin darte cuenta. Son muchos los factores que contribuyen a que el alcohol tenga ese modo insidioso de hacerte daño; el factor principal es la creencia, muy compartida, de que el alcohol entraña peligro únicamente cuando su dependencia resulta ser física, con lo cual dejas de prestar atención a tu dependencia psicológica.
Lo que debes temer es la dependencia psicológica. A través de su aceptación social, adquieres el hábito del consumo del alcohol el cual, sin percatarte, te lleva a caer en la enfermedad del alcoholismo y contribuye en la aparición de muchas otras enfermedades. Su aceptación social significa que justificarás su consumo en muchas situaciones de tu vida; por ese motivo el alcohol resulta ser la droga más peligrosa, porque cuesta ser consciente de su abuso. Caer en un hábito, significa normalizar una conducta, es decir, una conducta adictiva es una conducta automatizada; de este comportamiento solo puedes salir de él porque recibes ayuda del exterior.
El consumo de alcohol se vuelve fácilmente adictivo por los efectos que provoca en ti. Esta el efecto anestésico que calma el dolor, aunque aquí quiero resaltar el dolor psíquico. Ante cualquier situación de malestar psicológico como una contrariedad, un disgusto, una traición, una frustración o un desengaño,… si tomas alcohol, notarás un cierto alivio del dolor, será un alivio pasajero, pero suficiente para pensar en el alcohol cada vez que experimentas dicho dolor y luego querrás tomarlo, incluso cuando el dolor psíquico sea muy ligero; a partir de ahí, la ingesta de alcohol se puede generalizar a muchas situaciones de tu vida. Pero, tal vez, el efecto ansiolítico del alcohol sea el que más contribuye a causar su dependencia psicológica. Efecto ansiolítico significa que rebaja o elimina momentáneamente las sensaciones de miedo, ansiedad, angustia o preocupación; vale decir que dicho efecto influye en rebajar o eliminar, aunque sea momentáneamente, los distintos grados de miedo que puedes sufrir en las distintas situaciones de tu vida. Me dirás que si sufres de ansiedad preferirás tomar un ansiolítico en lugar de alcohol, la mayoría de las personas si tienen que elegir también eligen el medicamento o la psicoterapia, pero qué ocurre cuando se trata de padecer una preocupación; la preocupación está en la línea del miedo y la ansiedad, aunque en un grado menor, por lo que ante una preocupación puedes encararte al conflicto (además de combinarlo con una psicoterapia), pero también muchas personas recurren al alcohol para rebajar la sensación desagradable de la preocupación o el agobio, y luego a la mínima sensación de preocupación pensarás en tomar alcohol, y poco a poco el alcohol se vuelve habitual en tu vida.
Pensarás que la mayoría de personas que consumen mucho alcohol no lo relacionan ni con el dolor psíquico ni con las preocupaciones, sino con las relaciones sociales, en general con las relativas al entretenimiento o la diversión. En efecto, la mayoría de las dependencias psicológicas tienen su causa en el consumo de alcohol para lograr un cierto grado de desinhibición o espontaneidad en el comportamiento, y eso equivale a lograr no sentir preocupación o temor. Cuando consumes alcohol a la hora de acudir a cualquier acontecimiento social, sin darte cuenta, lo que pretendes es hacer uso del efecto ansiolítico del alcohol, con ello pretendes rebajar tus temores a no lograr mostrarte espontaneo, alegre o simpático. Habrás oído expresiones tales como: “perder la vergüenza”, “animarse un poco”, “estar a tono”, etc. Dichas expresiones aluden a asegurarse que las relaciones sociales serán espontaneas, sin miedo al rechazo, al desdén o al ninguneo. (ver artículos sobre timidez, fobia social y autoestima) Cuando consumes alcohol para reducir dichos miedos corres el riesgo de asociar el alcohol a las relaciones sociales en muchas situaciones; te será imposible pensar que puedas salir con tus amigos sin consumir. Una vez más, sin darte cuenta el alcohol se volverá habitual en tu vida, ya no podrás cuestionarte su consumo, lo habrás normalizado.
Cuando sales de fiesta, de juerga, con tus amigos, si te has acostumbrado al alcohol, es difícil prescindir de él, es difícil imaginarte sin él, cómo imaginarte mostrarte alegre sin él. Sin embargo, afirmo que la alegría que te provoca el alcohol es falsa, a través del alcohol no aprendes a relacionarte mejor, si la otra noche te mostraste abierto, alegre y simpático bajo el efecto del alcohol, esa experiencia no servirá para aprender un nuevo comportamiento, no te ayudará a mejorar tu personalidad, porque cada vez que quieras mostrarte simpático ante los demás tendrás que volver a beber.
Lo que te permite incorporar a tu personalidad mayor simpatía es sentirte satisfecho contigo mismo, la verdadera alegaría la encontramos al sentirnos satisfechos con nosotros mismos, con lo cual buscas el cuidado de tu persona, cuidado psíquico y físico.
JOSE CANO
Soy psicólogo clínico, psicoterapeuta e hipnoterapeuta. Desde hace 27 años, trato los problemas psicológicos de los adultos. Mi orientación psicoterapeuta es ecléctica, aunque soy especialista en “Psicoterapia Dinámica Breve” (enfoque fundamental para entender y tratar los trastornos emocionales) y soy miembro de la “Sociedad Hipnológica Científica”.
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